Por Andrea Mínguez
Desde pequeña, la alimentación saludable ha formado parte de mi vida de manera natural. Mi madre siempre se preocupó mucho por lo que comíamos, y eso me marcó profundamente. Recuerdo que ya con 12 o 13 años me pasaba las tardes investigando por mi cuenta: «¿Qué comer antes de entrenar?», «¿Qué es mejor, arroz o pasta integral?». Me fascinaba aprender cómo los alimentos influían en nuestro cuerpo.
Sin embargo, como le pasa a muchos, nunca pensé que podría convertir esa pasión en una profesión. Al terminar el colegio, me incliné por el bachillerato biosanitario con la idea de estudiar medicina. Era lo «lógico», lo que se esperaba. Pero en una charla con un orientador, mencioné casi de forma casual que me gustaba la nutrición. Y él me dijo algo que me marcó: «¿Y por qué no lo estudias? Si es lo que te gusta, adelante». Así fue como decidí estudiar el Grado en Nutrición Humana y Dietética. Hoy, tras varios años de estudio, un máster en Nutrición Clínica, y más de dos años de experiencia atendiendo a pacientes, puedo decir que fue una de las mejores decisiones de mi vida.
🍽️ La dieta no tiene que ser tu enemiga
Una de las frases que más repito en consulta es: «No pienses en la dieta como algo con fecha de caducidad». Mucha gente empieza una dieta pensando que es temporal, como si fuese una etapa de sacrificio necesaria para lograr un objetivo puntual. Y eso es un gran error.
Cuando se aborda la alimentación desde una lógica restrictiva, suele suceder lo mismo: llega un punto en que la persona no aguanta más, abandona, y muchas veces acaba volviendo a sus hábitos anteriores… o incluso peores. Lo que intento transmitir en consulta es que el verdadero cambio viene cuando dejamos de pensar en «hacer dieta» y empezamos a hablar de cambiar hábitos.
Una buena alimentación no debería ser una tortura. De hecho, debería adaptarse a ti: a tu rutina, tus gustos, tus horarios, tus objetivos. Muchas veces les hago a mis pacientes una pregunta clave: «¿Podrías comer así toda tu vida?» Si la respuesta es no, seguramente ese plan no está bien diseñado.
🔁 El poder del cambio de hábitos
Los cambios drásticos rara vez funcionan. Es mucho más efectivo introducir pequeños ajustes sostenibles. Por ejemplo, si una persona merienda bollería todos los días, no le voy a pedir que de repente cambie eso por un tupper de brócoli. Le propondré alternativas realistas, como una tostada con aguacate, un yogur natural con fruta, o un puñado de frutos secos. Opciones que sigan gustándole, pero que le ayuden a mejorar su alimentación.
El cambio de hábitos va mucho más allá de contar calorías o seguir un menú. Tiene que ver con cómo te relacionas con la comida, cómo organizas tu día, cómo manejas tus emociones. Y para eso, la empatía es clave. En cada primera consulta paso una hora entera simplemente escuchando. Necesito saber cómo es la vida de esa persona: si duerme bien, si trabaja a turnos, si tiene hijos, si entrena, si come en casa o fuera. Solo así puedo diseñar un plan que de verdad funcione para ella.
🧠 Educación nutricional: entender antes de restringir
Una parte muy importante de mi trabajo es la educación. Mucha gente llega con ideas confusas, a veces peligrosas: que si el pan engorda, que si no puedes cenar fruta, que si hay que evitar los carbohidratos después de las 6 de la tarde. Mi misión es ayudarles a entender que ningún alimento es malo por sí solo. Lo que importa es el conjunto de tu alimentación, el equilibrio general.
También trabajamos la parte emocional. Muchas personas tienen una relación complicada con la comida. Han pasado por dietas restrictivas, han desarrollado miedo a ciertos alimentos, se sienten culpables si comen algo que «no toca». Y eso hay que sanarlo. Comer debería ser un acto de autocuidado, no una fuente de ansiedad.
💊 Suplementos: cuándo sí y cuándo no
Una de las preguntas que más me hacen es sobre los suplementos. ¿Son necesarios? ¿Funcionan? ¿Cuáles son los mejores?
Mi respuesta siempre es: depende. Hay suplementos con muchísima evidencia detrás —como la creatina o la cafeína— y otros que no sirven para nada. Pero incluso los que sí funcionan, no sustituyen una alimentación equilibrada. Si tu dieta no está bien planteada, ningún suplemento va a hacer milagros.
En consulta suelo recomendar creatina, proteína en polvo (aunque más como complemento que como suplemento), y cafeína, si se tolera bien. Pero antes de llegar ahí, primero hay que revisar las bases: ¿duermes bien? ¿entrenas? ¿comes suficiente proteína, fibra, fruta, verduras? ¿Cómo estás de energía durante el día?
⏱️ ¿Ayuno intermitente? Solo si te viene bien
Otro tema recurrente: el ayuno intermitente. Mi opinión es clara: no es para todo el mundo.
Hay personas a las que les viene genial. Se levantan sin hambre, tienen una jornada más cómoda si hacen menos comidas. Perfecto. Pero también hay personas a las que el ayuno les genera ansiedad, hambre constante, irritabilidad… y en esos casos, no tiene sentido forzarlo.
No existe una frecuencia ideal de comidas. Puedes comer dos veces al día o cinco. Lo importante es que cubras tus necesidades nutricionales de forma que te sientas bien, sin obsesionarte.
💪 El entrenamiento y la alimentación van de la mano
Muchas veces me preguntan si entrenar compensa comer mal. La respuesta corta es: no. Entrenar es fundamental, sí, pero no puede corregir una mala alimentación.
También veo muchas personas que quieren perder grasa localizada —por ejemplo, solo la barriga— y me piden ejercicios específicos para eso. Pero no funciona así. No se puede decidir de dónde se pierde grasa. Para que se marquen los abdominales, necesitas reducir tu porcentaje de grasa corporal en general, y eso se consigue con un buen plan de alimentación, ejercicio y constancia.
Además, es importante entender que el cuerpo busca el equilibrio. Entrenar piernas, por ejemplo, puede potenciar también el crecimiento del torso. El cuerpo funciona como un sistema completo, no como piezas aisladas.
🌱 Movimiento, naturaleza y equilibrio
Más allá de la dieta y el entrenamiento, hay otro elemento clave para una vida saludable: el movimiento. Somos seres diseñados para movernos, no para pasar 8 horas sentados frente a una pantalla.
Por eso, además de animar a mis pacientes a hacer ejercicio formal, les recomiendo integrar más movimiento en su día a día: caminar, subir escaleras, estirarse, bailar, conectar con la naturaleza. Salir a la calle, respirar aire fresco, alejarse un poco del estrés cotidiano también forma parte de la salud.
✨ Mi mensaje final
Si hay algo que me gustaría que todo el mundo entendiera es que no se trata de ser perfectos, sino de ser constantes. Que cuidarse no tiene que ser sinónimo de sacrificio ni de culpa. Que moverse, comer bien y sentirse bien pueden y deben ir de la mano.
Haz pequeños cambios, busca lo que se adapta a ti, rodéate de personas que te apoyen, y no tengas miedo de pedir ayuda profesional si la necesitas.
Y sobre todo: disfruta del proceso. Porque al final, comer bien y vivir bien no es una meta, sino una forma de estar en el mundo.
Gracias por leerme. 💚